Adriana Lestido

La maldita primavera

Patricia Rizzo.

Pasa ligera la maldita primavera… dice parte del estribillo de una canción que lamenta entre otras cosas, los años idos, los amores perdidos. No tan veloz se perciben esos tiempos para quienes los transitan; es que la adolescencia suele estar acompañada de las angustias y zozobras naturales a un período que señala el final de la infancia, la aparición de la pubertad y el conflict ivo inicio de la edad adulta, época de crecientes incertidumbres.

En estos trabajos de autor, la temática no ha sido desarrollada de manera puntual sino que ha sido producida a través de la realización de distintas series. Como observador neutral, no es necesario texto alguno para señalar una vez más lo que sucede con las producciones de Adriana Lestido y Juan Travnik; ambos se alejan de las situaciones construidas artificialmente registradas como realidad fotográfica y exploran la cámara como una extensión de sus modos de mirar, basándose más bien en una orientación analítica hacia lo que observan. Ellos han moldeado, a pesar de sus diferencias discursivas, bagajes críticos y visuales que comparten la modalidad de revertir de alguna manera el punto de vista del espectador, haciendo que el observador se convierta en observado. No son excepción estas particulares visiones sobre la adolescencia, en ellas las imágenes interpelan, interrogan, no dejan margen a la posibilidad de indiferencia, propuestas frontales en las que nos sentimos inducidos a confrontar el tema y dar lugar a la reflexión.

En Lestido no es novedad un lenguaje persuasivo y dramático con el que a la vez exhibe un materialismo profundamente seductor. Dramáticas pero espectaculares en su contundencia, algunas de sus imágenes proyectan una fascinación sombría mientras que otras se expresan como definidoras del deseo de reafirmación, tan común en esa etapa de alejamiento de la infancia. Como personajes ellos parecen plantarse, exudando la necesidad de validar sus identidades, un bello registro de la auto adulación como ficción de control y poderío y otra lograda representación de un algo que aparentemente no podría ser aprehendido o fotografiado. Tal vez Lestido alcance estas instancias por su modo discreto de perseguirlas, interactuando en la escena de manera silenciosa, volverse lo que mira tal su deseo, en lo posible imperceptible. Un trabajo de señalamiento para encontrar el tono, la voz, en la búsqueda de fusionarse con lo que sucede en la escena o los personajes que elije, algunos de atribulada belleza.

Travnik muestra un conjunto de variados y exquisitos retratos en los que se ven muchas de las particularidades de la maldita primavera. En sintonía con su visión personal y reconocida habilidad para captar matices y complejidades, los personajes se exhiben personalísimos, intensos y particulares. Un púber que exhibe su torso con pudor evidente, alguna sonrisa esbozada, muchas pecas en alguien que enfrenta el lente de reojo, o el protagonismo que cobra en los ojos de una joven el cuidado trazo del delineador son sólo algunos de los detalles que hacen que elementos mínimos se vuelvan de una importancia a veces desconcertante en cuidadas tomas que evidencian su aguda sensibilidad visual. No es casual su interés por el dibujo y la pintura; minuciosas y frontales, siempre límpidas y efectivas, sus contundentes imágenes se han vuelto identificadoras de una poética de la veracidad.

La lucidez es un don y es un castigo
cita Lestido en uno de sus libros a la poeta Alejandra Pizarnik.

Y es oportuno en relación a los dos. Vinculados a través de una amistad añosa, mas allá de las razones y la experiencias y con sus diferencias, han hecho un sello distintivo del planteamiento de fusionar la estética con una orientación documental, aun a veces sin una consciente intencionalidad. Dueños de un cuerpo de obra inusual y potente que les precede y señala como referentes icónicos en su hacer, es celebratoria la oportunidad de compartir en una exhibición conjunta la visión siempre particular de estos artistas contemporáneos señalados frecuentemente como maestros a partir de sus amplios trabajos de autor. En ellos muestran que lo personal y lo social están necesariamente entrelazados, un señalamiento a nuestro tiempo.

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