Lo Que Se Ve
por Marta Dillon
El desafío es vaciar la mente. Saquearla, al menos, de la información que la obliga a andar las mismas huellas y así invitarla a ver.
Que la imagen devuelva la mirada, que rebusque dentro de quien se asoma.
Así es como fotografía Adriana, como si al obturar permitiera un tatuaje fugaz sobre la superficie de su alma: un sentimiento. Develado, el sentimiento es luz y sombra, el juego que anima la existencia.
No es fácil exponerse así, hay que atreverse. Andar en carne viva, disponible. Dejar que la vida imprima su huella sin piedad por el estado de conciencia. Así es como mira Adriana y así es posible ver a través de sus fotos. Más allá de la anécdota, aunque las anécdotas que alumbraron estas series hayan prestado su contraste dramático para que la fotógrafa dibujara un camino de desamparos al que todos y todas estamos expuestos.
Para vivir, hay que saber perder; y también entregarle a los tiempos felices los honores de la risa. De esto se trata cada una de las historias que cuenta Adriana. Escenas robadas al tiempo porque ese tiempo es conocido y recuperado para quien ve. Una mujer presa frente a lo que será su comida, sí, pero también la evocación del hambre sin más. Una madre que se deja consolar por su hijita; la soledad frente a la inmensidad de las propias decisiones. Cada quién verá: el espejo del amor, de lo inconsolable, la maravilla de estar en el mundo o su desgarro. Pero siempre habrá un juego de espejos si es posible animarse a exponer el alma para que la emoción se imprima. Todo lo demás huelga.
Adriana Lestido indaga en la vida a través de la fotografía y así abre una falla en el misterio cotidiano por la que es posible espiar y reconocerse. Asomarse a esa grieta es un desafío filoso. Puede que la hoja despelleje a quien ve, lo deje en carne viva. Pero así se cerraría el círculo del arte. Así es como algo, después de este recorrido, se habrá movido dentro.