Lazos eternos
por Sara Facio
Prólogo del libro "Adriana Lestido. Madres e hijas".La Azotea Editorial. Buenos Aires 2003.
Pudiera ser que así como los cisnes y los abanicos emigraron de la poesía,
en tiempo venidero las madres-manos, madres-servidumbre,
madres-utilidad, se transformen en madres-personas
que inspiren a los poetas un canto más vital
María Elena Walsh*
Adriana Lestido siempre nos ha sorprendido por los temas abordados en sus ensayos fotográficos. Es innegable su tendencia a hacer visible los lazos de la comunicación entre las mujeres, en especial los conflictos sentimentales, diríamos ocultos, que se dan entre madres e hijos y que llegan a crear una simbología diferente y personal de la maternidad.
Son argumentos impuestos sin duda por reclamos muy íntimos. Su historia privada la lleva a tratar de entender los intercambios siempre ambivalentes que surgen entre mujeres unidas por lazos tan complejos e indestructibles como el de madre e hija.
En todos los trabajos de Adriana Lestido es indiscutible la presencia de una mirada femenina. Hay una sensibilidad latente, un sentido profundo de la solidaridad que está muy unido al mundo de la mujer.
También es perceptible en toda su obra la ausencia de varones. Un hecho que no juzga ni señala. Simplemente demuestra que ellos no están.
Es significativo que entre las pocas palabras que figuran en la publicación de su ensayo Mujeres presas con sus hijos (1) se lee, y en boca de un Oficial a cargo de los Tribunales de San Martín, la siguiente observación:
En las cárceles de hombres se pueden ver mujeres haciendo cola, a veces desde la noche anterior, para visitarlos. Eso no pasa en las cárceles de mujeres. A las mujeres se las deja más solas.
Ya en su primer ensayo Madres adolescentes (2) esa ausencia masculina se nos hizo quizás mucho más triste y aquella soledad casi intolerable. Esas madres-niñas que atienden y acarician a sus hijos como si fueran juguetes, viviendo aparentemente en total inocencia y fuera de toda racionalidad, nos llenó de congoja.
No debemos confundir el desamparo de la mujer con la deliberada omisión de presencias femeninas, notoria en muchas ficciones o representaciones de la realidad.
La ausencia del mundo de la mujer que se observa en las historias de varones es casi absoluta. Hablamos de historias de guerras, de seminarios, de universidades, de clubes deportivos, sociales o de esparcimiento de todo tipo.
Refiriéndose a la falta de mujeres en la pintura española del siglo XVI, el poeta Juan Ramón Jiménez se preguntaba
¿No han visto mujeres, no han tenido hermanas, madres?
Varios siglos después nos preguntamos lo mismo. Por suerte existen algunas Adriana Lestido.
En su último trabajo, Madres e hijas, Adriana Lestido va más allá en la búsqueda de respuestas en su persistente temática sobre mujer madre -hija.
Observando las secuencias nos encontramos ante un relato cinematográfico, estamos frente a los separadores del cine.: en Eugenia y Violeta asistimos a la fascinación de una madre ante la alegría de los primeros baños de la bebé y aun en el baño compartido.
Mary y Estela es la relación entre mujeres adultas, ambas fuertes, sólidas y sufridas.
Con Alma y Maura hacemos una escala en la adolescencia con sus signos actuales de cabezas rapadas y tatuajes.
Marta y Naná es el compañerismo y cariño donde está latente una ausencia.
Lo que primero nos atrapa quizás su mayor originalidad, es la novedad de internarnos en forma visual en esas relaciones humanas tan fuera de las rutinas acostumbradas.
Las protagonistas de estas cuatro historias, transmiten sensaciones encontradas entre mujeres de muy diferentes edades. Las une el similar hábitat de una misma clase social y por sobre todo lo más importante : el trascendente deseo de estar juntas.
Las protagonistas oscilan entre la rivalidad y la ternura, la alegría y el aburrimiento, el fastidio y el amor.
Los vericuetos psicológicos que nos hacen vivir tan intensamente siempre presentan situaciones íntimas transmitidas con creíble integridad.
Tratándose de un libro de fotografías, todo lo dicho es sólo la línea argumental. Nos importa ahora analizar cómo Adriana Lestido trasladó estas historias al mundo de las imágenes.
La constante es que el tratamiento específico de las fotografías nos atrapa desde la primera a la última imagen.
Cómo explicarnos que una historia presentada en forma directa, sin artilugios técnicos, sin reglas aceptadas con subordinación o violadas con arrogancia, nos hacen sentir los conflictos cotidianos de hoy, siglo XXI, en base a ternura, emoción y honestidad.
La estética de nuestra autora está deliberadamente utilizada para reducir el impacto técnico en beneficio del sentimiento. De allí que se vale de una fotografía directa y testimonial carente del detallismo óptico que enfría la recepción, haciendo pensar en la técnica antes que en el contenido. Porque el ojo humano jamás ve el detalle que registra, hasta la exasperación, una lente sofisticada.
Otro hallazgo es el blanco y negro que consigue.
Desaparece de sus imágenes el gris en su verdadera acepción psicológica que es el equivalente a neutro, difuso, sin matices, para llenar de enorme significado los negros tanto en interiores donde sólo se sirve de la luz ambiente, como en los exteriores, se trate de panoramas urbanos o de la naturaleza.
Especial mención merecen por su tratamiento los paisajes.
El paisaje natural nunca antes había sido motivo de tomas para Adriana Lestido.
Sin embargo lo incorpora a la narración como un personaje más. El paisaje es un respiro, casi un viaje paralelo que permite asimilar mejor las densas historias. Está incorporado a sus vidas y se mueven en él con la mayor naturalidad.
Carreteras diluidas, desdibujadas por la niebla o la opacidad de los vidrios. Sin abusar del barrido tan actual y requerido por los jóvenes creadores.
Playas solitarias en el crepúsculo vespertino o al amanecer con su carga de melancolía. Siempre con la mirada justa para no caer en los paisajes turísticos que pueden maravillarnos por su belleza, pero que no concuerdan con el espíritu del relato que nos convoca.
Los paisajes suman a la obra una atemporalidad que la enriquece.
El corolario es una enorme sabiduría en la elección de una técnica que, en definitiva, se convierte en un estilo.
Es gratificante poder concretar en forma de libro este trabajo de Adriana Lestido en el que transmite una emoción y un talento creador que tanto bien le hacen a la fotografía.
En la última década la creación fotográfica quedó huérfana de obras que contuvieran el siempre anhelado sello humanista. Aquella fotografía humanista, en la que cobra sentido el ser de carne y hueso que siente, sufre o es felíz, más allá de denuncias, problemas sociales o reivindicaciones justicieras. Esa fotografía humanista a la que nos acostumbró W. Eugene Smith a partir de su Pueblo Español , a la que siguieron obras de auténticos artistas de la fotografía. No podemos dejar de pensar en el Juchitán de Graciela Iturbide o en los Gitanos de Josef Koudelka. Son ellos los que, hasta hoy, escriben con imágenes inolvidables las historias de la gente de la mayoría de los países del Planeta Tierra.
En la última página del libro y como punto final Adriana Lestido insistió en publicar una foto de su madre a quien simbólicamente dedica la obra.
Quizás Adriana podría hacer suyas las palabras de Olga Orozco**
Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar
cuando te llamo,
sin duda organizas de nuevo la familia,
o me ordenas las sombras,
o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para
dejarlos a mi lado cualquier día,
o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura
de mi corazón.
Buenos Aires, 2003.-
Notas
* María Elena Walsh - A la madre. Sudamericana 1981
** Olga Orozco. Obra poética. Corregidor.
1- En la Argentina las mujeres presas pueden convivir con sus hijos de hasta dos años. Luego pierden la Patria Potestad y la Justicia decide el destino de los menores.
Mujeres presas con sus hijos de Adriana Lestido es un ensayo fotográfico realizado entre 1991 y 1993. Contó con el apoyo de la Fundación Erna y Victor Hasselblad de Suecia.
Se presentó por primera vez en 1993 en la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires. Se publicó, en producción de Gabriel Díaz, en 2001.
2- Las menores embarazadas sin familias ni recursos son protegidas en establecimientos dependientes de la Comisión Nacional de Políticas Familiares y de Planificación de la Ciudad de Buenos Aires.
Madres adolescentes de Adriana Lestido es un ensayo fotográfico realizado entre 1988 y 1990. Se presentó por primera vez en 1990 en la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires.